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Inseparables

Título original: Dead Ringers

Año: 1988

Duración: 115 min.

País: Canadá

Director: David Cronenberg

Guión: David Cronenberg, Norman Snider

(Novela: Bari Wood, Jack Geasland)

Reparto: Jeremy Irons, Geneviève Bujold, Heidi

von Palleske, Barbara Gordon, Shirley Douglas, Stephen Lack, Jonathan Haley, Nicholas Haley, Lynne Cormack

Sinopsis: Los gemelos Mantle, Elliot y Beverly,

son dos exitosos ginecólogos de Toronto que comparten absolutamente todo en su vida. La irrupción de la actriz Claire Niveau en la misma alterara de manera fatal el exacto equilibrio que mantienen. Ambos se alternan como amantes pero cunado Beverly se enamore de ella, el terror que le causará la idea de separarse de su hermano hará que caiga en una espiral de drogadicción, paranoia y locura que arrastrará igualmente a su inseparable Elliot.

Comentario: Por Sergio Vargas

Dos hermanos gemelos ginecólogos. Beverly Mantle es tímido y sensible, mientras que Elliott Mantle es frío y seguro de sí mismo, la parte dominante del tándem. Elliott, que alcanza sin dificultades el éxito con las mujeres, se las presta a su hermano, y todo funciona como un reloj, un simple juego para ambos (del que ellas no saben nada, pues creen estar siempre con la misma persona), que únicamente buscan sexo sin más ataduras. Hasta que Beverly se enamora de Claire (Geneviève Bujold) una de las pacientes que comparten. A priori cuesta creer que lo que parece sacado de una película de los hermanos Farrelly, quizá con algún apunte autobiográfico, sea el punto de partida de una película del maestro de la carne, David Cronenberg. Pero si sólo atendemos al argumento nos estaremos quedando en la superficie. Y es que es díficil abordar la película de otro modo que no sea considerarla como una obra muy personal de su autor, pues el aliento de Cronenberg nos acecha tras cada fotograma. Además, tampoco he contado todo, porque la trama se complica con instrumental quirúrgico para operar a mujeres mutantes, y la adicción de los hermanos a las pastillas, que les aproxima peligrosamente a una autodestrucción tan anunciada como sobrecogedora. Pero es principalmente la atmósfera malsana que respira la película el principal factor que consigue llevar la historia al terreno del director canadiense, hasta entonces (y aún hasta hoy) más amigo de mutaciones, enfermedades e infecciones, que de lo que aparenta, superficialmente, insisto, ser Inseparables, ya que en el fondo habla una vez más de lo mismo, otra cruda historia de degeneración: la autodestrucción conjunta de los dos hermanos, que no solo comparten su profesión y sus parejas, sino que también la vida y la muerte son para ellos experiencias conjuntas. Contribuyen a crear esta atmósfera muchos aspectos, algunos a nivel puramente técnico, pero también otros que van más allá. Evidentemente, a día de hoy el desarrollo tecnológico ha logrado que prácticamente nada que haya sido conseguido por un ordenador pueda ya sorprendernos en una pantalla, pero en el momento que se estrenó Inseparables las técnicas aún estaban por depurar, y las empleadas para conseguir que la duplicidad de Jeremy Irons resultase creíble sin que se distinguiese la consabida línea de división supusieron un gran avance. Mediante el empleo del ordenador, Cronenberg movía la línea divisoria a la vez que la cámara con lo que conseguía eliminar la sensación de fraude, de irrealidad, llegando uno a olvidarse así de que es el mismo actor el que interpreta ambos papeles, o al menos a despreocuparse de descubrir el truco. A esto hay que añadir la sensacional interpretación de Jeremy Irons que con su simple expresión facial, o su forma de andar, o simplemente su mirada (todavía no sé lo que es, ni me importa demasiado) consigue que identifiquemos en todo momento a cuál de los dos gemelos está interpretando sin necesidad de remarcarlo a través de los diálogos. La brillante partitura de Howard Shore, más intimista que las que compuso en anteriores ocasiones para Cronenberg concretamente en Cromosoma 3 (The Brood, 1979), Scanners (id., 1980), Videodrome (id., 1982), y La mosca (The Fly, 1986) transmite parte de la tristeza que poco a poco se va apoderando de la historia y la pena que llega a inspirar la tragedia de los gemelos Mantle, que no son sino dos hermanos siameses cuyos cuerpos están separados sólo físicamente. La fotografía de Peter Suschitzky, va sumergiendo la película en las tinieblas, oscureciéndolo todo progresivamente a la par que se oscurece el futuro de los dos hermanos. Y es que su futuro es el mismo para ambos. Precisamente aquí es donde entra en juego el factor más puramente extracinematográfico, que no es otro que la naturaleza de los gemelos, en general. En toda pareja de gemelos parece haber un extraño vínculo que les permite tener una conexión inimaginable, incluso en personas con toda una vida de contacto mutuo, que llega al extremo de conocer a la otra persona como a uno mismo, literalmente, y el gran acierto de la película de Cronenberg (basada en la novela Twins, de Bari Wood y Jack Geasland[1] es intentar aproximarse a esta relación de la manera más íntima posible, y sí, consigue que llegue a parecer malsana. Sin recurrir al incesto homosexual, aunque aproximándose por momentos, lo que más puede llegar a incomodar al espectador es la sensación continua de que de algún modo, incomprensible para él, y también para los que rodean a los gemelos, éstos les están engañando. No necesitan a nadie, salvo a su otra mitad. Todo esto se pone en peligro cuando entra en juego Claire. En un momento de la película, Beverly trata de separarse de su hermano y reiniciar una nueva vida con ella. Rápidamente se da cuenta de que es imposible. Ese inexplicable vínculo que le ata a Elliott, el mismo que impedirá que uno de ellos pueda seguir vivo cuando el otro no lo esté, le obliga inexorablemente a regresar, y a partir de ese momento entramos en la parte más dura del filme, en la que los dos hermanos parecen dos clones de una misma persona (intencionadamente preparado desde el plano en que ambos caminan con el mismo paso preparando el planning de las drogas que tienen que tomar en las siguientes horas), comienza a ser más difícil adivinar quién es quién, y es que realmente ya no importa porque se trata precisamente de eso. Da igual quien sea Elliott y quien sea Beverly, sus diferencias se reducen a la mínima expresión en el momento en que se dan cuenta de que no pueden vivir separados. Del mismo modo que Darryl Revok le decía a su hermano Cameron Vale en Scanners: «Los hermanos tienen que compenetrarse», en lo que parece un previo de Inseparables, aquí es Elliott quien dice: «Beverly y yo tenemos que estar sincronizados. Una vez que lo estemos, todo será muy fácil». Es imposible obviar el enorme parecido entre el final de ambas películas, a pesar de que el de Scanners era un final más abierto, más sorprendente, menos previsible. Pero el hecho de que el final deInseparables resulte predecible no es ningún lastre. Ésta es una de esas historias que solo pueden terminar de una forma. Aquí Cronenberg, aunque nunca más lejano de la ciencia-ficción de sus primeras obras, se acerca, casi podríamos decir que por primera vez, al auténtico cine de terror. Y aunque ayuden brutales secuencias como el sueño (la más visceral), en el que Claire muerde el trozo de carne que une a ambos gemelos por la cintura, o aquella en que Elliott emplea su instrumental quirúrgico de diseño en una intervención ginecológica, hay otras muchísimo más inquietantes como el baile entre ambos hermanos con Cary (Heidi Von Palleske) entre medias, en el que Elliott termina acariciando a Beverly a través de la mano de ella. Secuencias como ésta, o como la escena de sexo entre Elliott y Claire, con ella apoyada contra el lateral de la cama, a la que está atada con unos guantes de látex sujetos por tenazas, de puro morbosas a mí me resultan atractivas, aunque entiendo que pueden provocar la repulsión más extrema en personas más escrupulosas, como también ocurre en la magistral Crash (id,1996, David Cronenberg), pues contrastando testimonios, no puedo estar en más desacuerdo con la mayoría de las personas a las que conozco. Todos coincidimos en reconocer que son películas morbosas, sí. Pero el diccionario dice que morboso es aquello «Que provoca reacciones moralmente insanas o es producto de ellas». Lo que importa realmente es: ¿Nos gusta que nos provoquen estas sensaciones? [1] La novela está basada a su vez en la historia real de los dos gemelos ginecólogos Steven y Cyril Marcus, que se suicidaron a la vez en el apartamento que compartían.


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